viernes, 8 de julio de 2016

Paraíso de la Imaginación: El Susurro del Bosque


Era un día nublado y húmedo. Me vi recorriendo un camino eterno, rodeado de sonoros árboles con hojas eternamente verdes, "el susurro del bosque" pensé. Mis pasos también emitían agradables sonidos crujientes al caminar, esos que mezclan piedras, hojas secas y tierra. Me acompaña un abrigo generoso color café con leche, con grandes bolsillos donde cobijar mis congeladas manos, y su chiporro tenía un constante coqueteo con mi frondosa barba. La respiración era tranquila, suave, nadie me apura, nadie me espera del otro lado del bosque, sólo siento el frío en mi cara y la tibia respiración que sale de mi nariz al formar una pequeña nube de vapor delante de mi nariz; esa extraña sensación de calor y frío en unos pocos centímetros cuadrados es inigualable. Por otro lado, mi nariz incrementaba su amor por cada segundo transcurrido por el olor a tierra y madera mojada.

Cada ciertos minutos escucho el trinar de unos pájaros, como queriendo que su timidez quede demostrado en las escasas manifestaciones que emitían. Llegaban a ser ensordecedores ante tal deliciosa tranquilidad, me hacía recordar que no recorro solo este camino; tenía compañía.

Casi sin darme cuenta, como si un destello reflejado atravesase mis pupilas en un par de microsegundos, veo un par de siluetas del otro lado del bosque. No distingo a ciencia cierta ni menos con exactitud de qué se trata esta intensa llamada visual a 200 metros. Poco a poco, mi corazón se acelera, quiero apurar mi paso. Ahora ya no siento frío y mi respiración se siente agitada. Veo que las siluetas me hacen el gesto que vaya con sus manos, me están llamando, estoy seguro; mi felicidad momentánea se vio incrementada, ya no sólo sentía que tenía compañía, habían personas que me esperaban con ansias del otro lado del camino.

Al llegar a su encuentro, sentí dos abrazos que jamás en la vida me habían abrigado tanto. Ya no tenía frío, sentía calor desde el interior. Pero hay algo más increíble, a pesar de los intensos nuevos perfumes intrínsecos en esos abrazos, seguía sintiendo ese inconfundible olor a tierra y madera mojada sin que dejara de escuchar el susurro del bosque; mi nariz alcanzó la felicidad eterna y mi corazón la tranquilidad que buscaba.