Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que publiqué. Han pasado tantas cosas: casa nueva, creció la familia, cambio de trabajo y muchas otras. Claramente lo más importante fue el nacimiento de mi hermosa hija. Mi vida cambió... volvió a cambiar.
No me molestan los cambios, en absoluto, pero eso no siempre fue así. Ahora que estoy más maduro, tengo la convicción que todo lo que nos pasa en la vida es lo que nos debe pasar y, por lo tanto, no me lamento en demasía cuando algo que quería o esperaba que pasara al final no pasó ni tampoco me cuestiono mucho cuando algo inesperado pasa; eso me ha ayudado a adaptarme más rápidamente a los cambios y nuevos escenarios. La vida sigue y mi objetivo es afrontarla siempre con la mejor sonrisa posible.
Revisando hacia el pasado, estos cambios ya son una constante y me atrevería decir que en todas las veces que han ocurrido no me imaginaba o me costaba imaginar mi vida sometida a esos nuevos escenarios, pero cuando ya estaba inmerso en ellos no era tan traumático como se podía esperar. Es más, cada vez me estreso menos cuando vislumbro un cambio en mi vida, me lo he sabido "tomar con andina" (tengo pendiente averiguar de dónde salió ese dicho).
La Primera Ley de Newton o Ley de la Inercia dice que un cuerpo tenderá a seguir en su estado mientras no se le aplique una fuerza tal que modifique su estado inercial. En general, todos tendemos a sentirnos cómodos en nuestra "zona de confort", a privilegiar la inercia existencial o, en palabras más crudas, a disfrutar de ese estado vegetativo que nos hace la vida más fácil y llevadera. Y no son pocos que evitan encontrarse con esa fuerza que los saque de ese estado. Reconozco que en más de una oportunidad yo también la he querido evitar, ¿quién no? Pero con los años, he entendido que no se puede evitar lo inevitable. ¿Después de la tormenta siempre llega la calma? Sí, en parte, ya que lo seguro es que cuando llega la calma nuevamente vendrá una tormenta: es parte del ciclo.
Los cambios son parte de la vida y son el momento para aprovechar las bondades y oportunidades que nos brinda, en vez que quedarnos lamentando la salida de la zona de confort. Volveremos a entrar a una nueva zona de confort, volveremos a estar en calma, para nuevamente vernos sometidos a una tormenta.
El ser humano se caracteriza, entre otras cosas, por el aprendizaje que dejan las experiencias vividas (mención aparte para los que vuelven a tropezarse con las mismas piedras). Es decir, cada vez que nos enfrentamos a una tormenta y volvemos a la calma, somos un poco más fuertes y sabios. Es como cuando un Sayayin (analogía con Dragon Ball Z) se enfrenta a un poderoso enemigo y logra sobrevivir a la batalla, su poder se incrementa.
Ya nada más queda esperar que Newton no se retuerza en su tumba y ocurra una nueva tormenta para salir más fortalecido. A ver si en esta oportunidad me logro convertir en un Super Saiyayin... o quizás falten un par de vidas aún, quién sabe. Hasta una próxima oportunidad.